

Mientras tanto el mar se agitaba más, y y la violencia del viento se incrementaba gradualmente. Éste ya no silbaba sobre el aparejo de la fragata, sino que aullaba al encontrarse con todo aquello que se alzaba a su paso. Una interminable sucesión de borregones se alzaba sobre las olas, y el mismo aire relumbraba con la luz que surgía del oceano.
El piloto. Fenimore Cooper. Capítulo V
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