que contra lo que pudiera parecer no es la farola, sino la ciencia.
A lo largo de los tiempos hemos cambiado un mundo en el que los dioses y demonios hacian de las vidas de los humanos su particular campo de batalla, desencadenando tempestades, provocando terroríficos eclipses o enviando terribles plagas que asolaban naciones en un lugar en el que las cosas que pasan las entendemos, y no sólo eso, sino que en muchas ocasiones somos capaces de dominarlas y controlarlas.
Algunos pensarán que un mundo así es un mundo sin romanticismo y sin aventura. Yo le diría que prefiero que la esperanza de vida de mi hija sea de 85 años, en vez de 40 como era el siglo XIX, si, hace menos de doscientos años. Eso no es por la homeopatía, ni por las pulseras Power Balance, ni por chorradas de esas que salen en la teletienda. Es por un montón de señores y señoras que se pasan lo mejor de sus vidas dando pasos en el oscuro mundo de lo desconocido, y arrojando luz sobre más y más campos del conocimiento humano.
¿Eso nos hace felices? No necesariamente, pero desde luego nos da más oportunidades para serlo. Serlo o no depende de nosotros.
A los descreidos, para los que piensan que este es un mundo injusto y que todo es una mierda, que nos lo estamos cargando todo y que somos la peor plaga que sufre la tierra, les diré que quizá tienen un átomo de razón, pero que todo lo malo que hacemos, con la importancia que tiene, es muy poco comparado con todo lo bueno que hemos hecho, y nada comparado con todo lo bueno que podemos hacer.
Me gustaría que vierais todos el video que adjunto ahí abajo, que ya colgué en mi blog: en un eje la esperanza de vida, en el otro la riqueza, clasificado por naciones -todas las naciones- y recorriendo un espacio de doscientos años. Está en Inglés pero se entiende perfectamente simplemente viendo los gráficos.
Si, soy un filántropo -en el sentido más cercano a la etimología de la palabra-, y un optimista. De algo hay que morir.
Por cierto, ¿a qué viene este rollo? El edificio es el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, ubicado en la Ciudad de las artes y las ciencias de Valencia.
Hay fotos que contienen un viaje. A veces es un paisaje, un monumento, una cara.
Nuestra pequeña excursión a Cuenca está contenida en esta foto: hojas de hiedra cubiertas de escarcha. Con las impresionantes formaciones rocosas y paisajes que hemos visto, me quedo con una sencillas hojas que sufren el mismo frío que sufrimos nosotros.
La gente del interior te dice que te envidian por estar en un sitio con mar por todos lados, y seguramente tienen razón. Yo envidio los campos extensos, salpicados de árboles solitarios; los montes que se recortan contra el horizonte; las carreteras llenas de curvas que unen dos aldeas de nombre improbable; los campos de cereal, sobre los que me encantaría fotrografiar un amanecer con el viento convirtiendo las espigas en un mar vegetal.
En algún momento colgaré una serie de fotos del viaje, pero esta, seguro es el mejor resumen.