¿Qué hacemos en Cortina? Esta gran estación de esquí es un pueblo más o menos grande situado aproximadamente a sesenta kilómetros de Canazei. Para llegar hay que pasar varios puertos de montaña de los de verdad, de los de horquilla tras horquilla. Pues nada, nos apetecía cambiar un poquito de paisaje y nada más, y descansar (o eso pensábamos) un día.
Así que cogimos el coche, tiramos para el paso Pordoi y a hacer camino. Cortina es un pueblo distinto a Canazei. Es mucho más grande y muchísimo más pijo. En algunos casos uno se quedaba estupefacto al ver los modelitos de alguna gente exageradamente atildada que paseaba. No era una cuestión de pasear marca, que de esto tenemos más que de sobra en Ibiza y en otros sitios, sino de marcar un estilo de elegancia absurda y ridícula completamente demodé. Tan estupefacto me quedé en más de un momento que no supe tirar de cámara e inmortalizar, por ejemplo, al sujeto al que una televisión estaba entrevistando seguramente por ser el tipo más hortera sobre la faz tierra, o a la señora que en agosto paseaba con un abrigo de pieles, o ... en fin, a otros individuos de ese calibre. Sin duda Canazei está más cerca de lo que me gusta.
Un rocódromo al lado de la iglesia es una declaración de intenciones, ¿no? Te puede da una idea de qué es lo que se hace en este pueblo. Cortina está rodeado de montañas por todos lados, así que el rocódromo está en su salsa. ¿no?

Estrictamente hablando los habitantes de esta región perdieron la guerra, pues combatieron con Austria, y sin embargo ahora son ciudadanos de uno de los países que ganó, Italia. Los abuelos o bisabuelos de la gente perdieron la guerra y los nietos o biznietos celebran la victoria. Chocante, ¿no? En realidad no creo que a nadie le importe mucho, y que la mayoría de la gente ni siquiera sabrá los motivos de la guerra en sí, y de la incorporación de Italia a la misma en 1915. Dicen que el tiempo lo cura todo, hasta eso parece.


Conseguimos algún mapa de rutas y más información sobre Cortina y su entorno, que me parece también un destino de lo más interesante para otra ocasión. Encontré un libro llamado 'vías ferratas sencillas de los Dolomitas', pero no voy a contar todavía de qué va, porque eso, sea lo que sea, pasó dos días después. La cosa es que vi la actividad que íbamos a hacer en un par de días y... ¡uf!
Lo dicho, después de pertrecharnos de la información requerida para hacer la ruta, y de reponer fuerzas, nos fuimos del pueblo camino de las famosas tres cimas de Lavaredo. El Pachá de Cortina d'Ampezzo.
La carretera, por supuesto, pasa un puerto de montaña más. El día no promete mucho, está cubierto, con una nubes que amenazan descargar una cortina (jejeje) de agua en cualquier momento.
El camino pasa junto al lago de misurina un precioso lago de montaña con algunos hoteles alrededor donde no se debe estar mal del todo. Podemos ver las montañas hacia las que nos dirigimos al fondo. Todavía nos queda camino, y sobre todo, acceder al sitio en cuestión. El chico de información nos comentó que hay que pagar el parking, la asombrosa cantidad de 24 € por coche por dejarlo allí todo el día. Es una pasta, lo veas como lo veas, aunque visto de otro modo, la mayor parte de la gente que sube a estos sitios lo hace en telecabina o funicular, que en Lavaredo no hay, pagando entre 8 y 12 € por persona. En cualquier caso, para ser Pachá no nos ha parecido tan caro, ¿no?


La pena es que el cielo sigue cubierto, la niebla ha caído, y casi no se puede ver nada de las famosas cimas. ¿Valdrán la pena? Todavía no lo sabemos, la verdad. Seguimos por el camino pasando el primer refugio y hasta el segundo, donde pensamos comer. En cuanto se acaba el primer tramo y el camino se empina un poquito la gente casi desaparece. No diré que nos quedamos solos, pero esto ya es más como los otros días. La gente va vestida de montaña, no de domingo, y las señoras de provecta edad (nada en su contra), los pavos y pavas han desaparecido. Lo que se ve detrás de mi en esa foto son las cimas de Lavaredo desde el lado. Si me vas a decir que no se ve nada ya lo sé, no se ve un pimiento, y hasta ahora no podemos decir que haya valido la pena.


En el camino encontramos una ¿tumba? de 1915, tiene pinta, ¿no? Es curioso que tenga flores. ¿Alguien le llevará flores al bisabuelo? ¿Quién sería el soldado Sepp? Más tarde veremos como la primera guerra mundial está más que presente en esta comarca.
Comemos en el refugio 'Locatelli', donde asistimos sorprendidos a la ¿tradición local? de comer enormes pedazos de tarta de chocolate de dos o tres pisos con jarras de cerveza de un tamaño similar. Nosotros optamos por algo más clásico, una minestrone, polenta con ragú, etc. Seguimos con la ruta
Salimos del camino para rodear un enorme espolón rocoso. El suelo está empapado, y hay que tener cuidado de no meter la pierna hasta la rodilla en barro. Un poco incómodo. Esto también es marmo-town. Me da tiempo a poner un tele y acercarme un poco hasta que el simpático roedor sale guapo guapo, ¿no?
Poco a poco se va despejando. Las nubes se abren (menos mal) y podemos ver algo de azul cielo. Resulta que el sitio al que estamos llegando es precioso. Un valle encajado entre las montañas, pelado pero verde. La verdad es que se agradece muchísimo ver más allá de diez metros, ver el paisaje, ver el cielo y la hierba verde. No estamos teniendo mucha suerte en ese sentido, pero no importa, el viaje está siendo fantástico. Quizá esto nos hace disfrutar más de los momentos en los que se aclara el tiempo y hay sol. A mi me encanta el sitio, no sé a ti.
Aprovechamos para hacer un par de fotos con luz. Un cambio ¿no?
Son preciosas. La fama es merecida. Lógicamente nos vamos corriendo (es un decir) a verlas desde el exterior, desde el lado del pináculo que da hacia ellas.
y por supuesto nos hacemos un par de fotos de esas que luego se mandan a los primos, se cuelgan en facebook, etc. La verdad es que el sitio es impresionante. Precioso. Gracias, señoras nubes, por dejarnos ver esto.
El resto del paisaje no está nada mal tampoco. Desde arriba vemos otras formaciones rocosas que también son muy bonitas, los lagos junto a los que pasamos en el camino, etc. Si pinchas cualquiera de las fotos la verás en grande, alguna de ellas vale la pena y todo.
No puedo evitar tirar del ojo de pez para intentar meter en una foto el precioso circo que se abre detrás del picacho. Y yo, como soy así, me meto también en el encuadre. Es lo que tiene, ¡es mi blog!, si fuera el de Paris Hilton sería peor.
Hora de volver. Minutos después de bajar de este sitio se pone a llover otra vez. Me planteo si vale la pena quedarnos en el refugio hasta la puesta de sol, pero no tiene pinta de que volvamos a tener suerte y escampe, además, es tarde y nos quedan dos horas o más de coche de vuelta a Canazei. No vale la pena. La vuelta la hacemos rodeando por el otro lado las torres. El camino es más largo que el de ida pero decidimos hacerlo. Además, haciéndolo así pillaré algo del atardecer. Nos ponemos como sopas en un momento que cae a rabiar sin que nos dé tiempo a ponernos los ponchos, y cuando nos los ponemos para de llover. Gracias Murphy. Se vuelve a abrir un poco el cielo y vuelvo a tener oportunidad de hacer algunas fotos a las torres. De cerca son impresionantes. Fueron escaladas por primera vez a final del siglo XIX, cuando alguna gente empezó a entender que subir a las montañas también debía tener gracia. Me gustaría ser capaz de escalar, pero creo que lo dejaré para mi próxima reencarnación.
El paisaje al atardecer está lleno de sombras alargadas, los últimos rayos del sol acarician la hierba y le dan una textura diferente a la del día. El cielo se abre un poco más y se vuelve a ver el azul. Estamos cansados, pero estar aquí vale la pena. Mucho.
Encontramos una garganta en el camino, llena de derrubios, casi se podría bajar hasta el fondo deslizando sobre ellos. El sol está cada vez más bajo y a veces, entre los parches de las nubes, ilumina la montaña con tonos dorados. Justo eso es lo que busco. Me encantaría fotografiar esas paredes con el color del atardecer, pero no hay suerte. Lo máximo que puedo es pillar los últimos rayos del sol sobre la montaña entre los jirones de nubes. Aún así disfruto como un enano, el paisaje es tan diferente al que estoy acostumbrado, los verdes, las nubes, las rocas...

Ya está. Apetece volver. El camino se ha hecho un poco largo, pero ha valido la pena. Aparecen nubecitas rosas, el sol se porta bien y da más tonos chulos.
Cansados, llegamos al refugio y al parking, con las banderas italiana y del véneto, el león de Venecia. No me acordaba que aquí estamos ya fuera del trentino, aunque seguimos en los dolomitas.
Nos quedan dos horas de coche, pasando tres puertos de montaña largos y retorcidos. En el camino de vuelta un ciervo macho con una cornamenta impresionante se cruza en la carretera, se para, nos mira y sigue a lo suyo. No nos da tiempo a sacar la cámara. Es el último regalito del día.
Al final la excursión y los 24€ del 'parking' han valido la pena, no sé si esto es tan importante como Pachá en Ibiza, pero yo estoy contento de haber venido. Las expectativas iniciales eran bajas entre la cantidad de gente que había, el parking, el cielo amenazador que al final nos puso como sopas... pero el sitio ha valido la pena. Incluso lo hemos disfrutado más por el hecho de estar convencidos de que no veríamos nada de nada con el tiempo que hacía. La excursión por el bunker ha sido interesante, y el atardecer bastante bonito. Muy bien. Si vienes a Cortina vale la pena que te escapes a Lavaredo.
Por aquí abajo está la ruta que hemos hecho. Ha sido relativamente larga pero sin mucho desnivel, aunque hemos acabado cansados. Dicen que el tercer día es el peor. A ver qué pasa los demás. Todavía nos quedan bastantes.