El pasado 23 de
enero murió una amiga, al menos yo la consideraba así. Por desgracia no la
conocía en persona sino a través de sus libros, decenas de ellos, que leí
cuando tenía 15 años, que leí cuando tenía 30, y que sigo leyendo con 50.
A Úrsula K Le Guin
se la clasifica dentro del ámbito literario de la ciencia ficción y fantasía,
lo cual hace que mucha gente vea con sospecha su trabajo, pero ella era
muchísimo más. Úrsula K Le Guin fue una pionera feminista, de hecho, introdujo
la consideración de los roles género dentro de la literatura fantástica con una
de sus obras maestras ‘La mano izquierda de la oscuridad’. Escribió una
maravillosa pequeña obra llamada ‘El nombre del mundo es bosque’, intensamente
ecologista, que me hizo llorar cuando la leí, y seguramente fue mi puerta de
entrada a la conciencia ambiental.
Úrsula K Le Guin
nunca escondió sus ideas políticas y su conciencia social. Otra de sus obras
maestras, ‘Los desposeídos’ es sujeto de estudio dentro de cursos de ciencia
política, y no sólo de eso. Escrita en los años 70 en mitad de la guerra fría,
establece una metáfora del mundo actual y lo traslada a una situación
fantástica donde se discuten las luces y sombras de cada uno de los bloques. Este
es un de los libros que más veces he leído y releído, que más he disfrutado, y
su protagonista es uno de mis héroes literarios personales.
La literatura
fantástica sería mucho más pobre sin los libros de Terramar, de los que tanto
bebió JK Rowling para construir el maravilloso universo de Harry Potter. Que nadie
busque allí fantasía heroica ni duelos de capa y espada, sino una visión moral
sobre la vida, el equilibrio entre el bien y el mal y la búsqueda de la
identidad de las personas. Si alguien ve un cierto panteísmo taoísta, yo
también lo vi.
Si dedicas algún
tiempo a leer sus libros, leerá sobre ética, sobre espiritualidad, sobre roles
de género, sobre poder y generosidad, sobre conservación del entorno natural, sobre
el significado de vivir y el miedo a la muerte. La autora te trasladará a
mundos que no existen, pero no dejes que eso te asuste o despiste, porque lo
que le importa es hablar sobre el ser humano. Y contar historias. Buenas
historias.
Ahora vuelas en
el otro viento, Úrsula, amiga. Te lloraré pero, sobre todo, te seguiré leyendo.